sábado, 26 de noviembre de 2011

PAISES BAJOS (HOLANDA)



Toda la vida he llamado a Holanda, Holanda. Pues resulta que no, Holanda es apenas una provincia. En realidad, el país se llama Países Bajos o Netherland, así que perdón. Salimos con destino a Países Bajos y nuestra primera parada fue en DELFT, famosa por las típicas porcelanas azules y blancas con imágenes de molinos y holandesitas de gorro y suecos (ven, allí va el error, no existen las holandesitas, sino las netherlandesitas).
La Plaza Principal de Delft está presidida por una estatua de Hugo Grotius, supuesto padre del Derecho Internacional. Aquí es importante visitar la Iglesia Vieja, edificación de 1246 y la Iglesia Nueva de 1381 y, claro está, los canales. Vale la pena destacar que todas estas ciudades, en mayor o menor grado, son ciudades surcadas por canales; ello es así porque fueron terrenos ganados al agua, es decir, el nombre de Países Bajos viene porque son tierras que están por debajo del nivel del mar y muchas de ellas estuvieron sumergidas, más o menos hasta el Siglo XVII. Tuvimos la suerte de que llegamos en día de mercado, de tal manera que había la mayor exposición de quesos que se pueda imaginar (si, si compramos, llegó perfecto y es bueníiiisimo).
En Amsterdam nos alojamos en el Hotel Mint y, respecto a esto, debo hacer una acotación; el hotel está super bien situado, la habitación es cómoda y el desayuno estupendo; es, con mucho, el mejor hotel de todo el viaje pero la ducha, la ducha es algo del otro mundo; primero destaco la absoluta e impoluta pulcritud del espacio; segundo, la precisión del chorro, ni muy fuerte ni muy suave (aunque uno intente regularlo) y, por último, la temperatura; el mecanismo solo, sin activar nada, va alternando: caliente, tibia y menos tibia. Cuando finalmente sales de la ducha te sientes RENOVADO. Dicen que este hotel fue comprado por la cadena Hilton…Ojalá lo conserven y no permitan que esta maravilla se dañe.
En Amsterdam lo primero que hicimos fue el paseo en barco por sus canales. Desde ellos tienes la visión panorámica más completa de la ciudad, sus casas, edificios y monumentos. Altamente recomendable, inclusive hacerlo dos veces (de noche y con luz del día). Luego, aprovechando que caía la noche, fuimos, obviamente, a visitar el Barrio Rojo. Es conocido que, en esta zona, las chicas se exhiben ligeras de ropa en vidrieras, como cualquier producto pero, sin embargo, no se consideran atracción turística, ellas están trabajando, de tal manera que cuando alguien intenta fotografiarlas lo bañan con algún líquido desagradable. En el Barrio Rojo se pueden ver también los Coffee Shops que no ofrecen exactamente café sino drogas blandas y puede verse a las personas libremente liando sus porros de marihuana o los avisos ofertando el mejor éxtasis y ya uno se queda sin saber si se refieren a droga o mujeres. No obstante, aunque pudiera parecerlo, Amsterdam no es una ciudad sin ley y no hay que equivocarse.
La gente aquí se traslada fundamentalmente en bicicleta y todas las aceras tienen un espacio literalmente tapizado de bicicletas estacionadas, los ciclistas tienen la prioridad en el tránsito, incluso frente al peatón. Este día las calles estaban llenas de niños emocionados, algunos disfrazados, esperando a San Nicolás. Resulta que, según la tradición en este país, un San Nicolás que viene de España llega a Holanda a premiar a los niños buenos y llevarse de vuelta a España, en un saco, a los que no se han portado bien; para ello, viene acompañado de un grupo de ayudantes, pintados de negro ya que simulan ser moros (Si les parece racista, lo siento, pero así es la tradición).
Imperdible la tradicional foto en el letrero “I Am Amsterdam”, la visita al museo Van Gogh que me encantó y la visita a la Casa de Ana Frank que también adoré y las Heineken, por supuesto, que no hace falta ni nombrarlas.
Ya saliendo de Países Bajos, pasamos por La Haya, paramos frente al Tribunal de Justicia Internacional y frente a la llama eterna por la paz, pedimos por Venezuela.

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