EN LOS DOMINIOS DE MERLION.
El periplo que hoy comento es deliciosamente
largo y sorprendente, por ello elevo mi mirada hacia Ganesh, dios de la
sabiduría y la prudencia, a los 28 budas de la iluminación, a todos los ángeles
de la inspiración y la palabra para que
me presten el vocablo oportuno, el verbo preciso, el adjetivo colorido y
contundente que me permitan pintar el
retrato de mis experiencias.
En primer lugar, quiero expresar
mi infinito agradecimiento a gente muy,
muy querida: agradecimiento por la cariñosa invitación, por la eficiente y
delicada gerencia de todos los detalles: tiempos, paseos, logística. Sin su conocimiento, orientación y caluroso afecto seguramente habríamos estado
perdidos, en más de un sentido.
Llegar a Singapur toma 3 días; salimos de Caracas el 28 en la tarde y
llegamos allá el 30, al finalizar el día.
Este país impacta desde el inicio por su modernidad y desarrollo,
notorios desde el aeropuerto mismo:
espacioso, hermoso y eficiente. Desde la
última vez que visitamos Singapur hace 6 años,
ha crecido mucho. Todo aquí habla
de progreso, incluso los precios que son bastante altos. Singapur reúne en sí lo mejor del misterioso
oriente con lo práctico del occidente.
Las Líneas Aéreas asiáticas no
ofrecen la opción “multi-city” que facilite hacer un recorrido continuado;
puede armarse pero es extremadamente costoso.
Es por ello que tendremos que estar pingponeando entre Singapur y las ciudades que pretendemos
visitar.
Al día siguiente, recuperados del
jet lag, disfrutamos de un maravilloso almuerzo preparado por nuestros gentiles
anfitriones en el cual pudimos degustar algunas de los fresquísimos productos
asiáticos; así como recomendé en crónicas pasadas el bok choi, ahora vengo prendada
del Kai-lan, col verde china que se prepara salteando con ajo y jengibre.
Pretendo intentar reproducir el plato con espinacas y con acelga, a ver con
cuál de los dos me acerco.
Por la noche, fuimos a Clarke
Quay una zona a la orilla del río Singapur llena de pequeños restaurantes,
bares y discotecas donde puedes degustar
comida de cualquier país del mundo, tomar un trago, escuchar música y
disfrutar del neón y la animación. Muy
simpático y recomendable sitio.
Al día siguiente,
domingo, visitamos el “Singapore
Flyer”, noria- mirador que está entre
las más altas del mundo con 165 metros.
Desde aquí se obtienen las vistas más espectaculares del puerto y de la
ciudad de Singapur, una maravilla para el amante de la fotografía. Fue desde esta noria que logré apreciar en su justa dimensión el “Marina Bay
Sands”, famosísimo hotel de lujo que consta de 3 enormes torres coronadas por
un barco-terraza llamado Sky Park, allí hay restaurantes, discotecas y
observatorios. Este hotel cuenta con la
piscina infinita más grande del mundo que, obviamente puede ser apreciada desde
el sky park, ahora bien, sinceramente, desde abajo, a mi el barco-terraza me pareció una banana gigante.
Más tarde, nos
dirigimos al museo de Art-Science para ver la exposición del Titanic que se estaba presentando. La estructura de este museo es una magnífica
obra de ingeniería. Situada cerca del
Singapore Flyer, al borde del muelle, la edificación tiene forma de flor de
loto. Su base es circular, allí se
encuentran bellos jardines adornados con piscinas pobladas de coloridos lotos; vale la pena destacar que esta edificación
tiene un sistema para reciclar el agua de lluvia, con ella riegan las plantas y mantienen la movilidad
de las lagunas, de tal manera que los
lotos no despiden mal olor. Cada pétalo
de la flor es una galería, el más alto de todos es de 60 mts. Para cerrar el día con broche de oro, fuimos a cenar a un local de comida típica
“No Sign Board”, donde degustamos el delicioso chili crab y otros ricos
platillos de la gastronomía local.
A la mañana
siguiente, nos trasladamos al Barrio
Chino; de todos los que conozco, este es el único Barrio Chino limpio y
organizado; es además, el sitio ideal para las compras, se consiguen aquí toda clase de souvenirs y,
a veces, hasta ropita buena. Los
restaurantes son también aseados, plenos de comidas chinas muy ricas y de
precios solidarios; hago, sin embargo,
una advertencia en el tema de gastronomía, viajar al Asia requiere de mente
abierta y paladar curioso; a los comedores de hamburguesa y pan con queso
probablemente no les vaya bien en este aspecto.
Pasamos ese día recorriendo centros comerciales y mercados,
maravillándonos de los diversos productos
frescos y envasados que se consiguen.
Las secciones de comida japonesa en los automercados (tanto ingredientes
como comida lista para llevar) son un espectáculo que despierta el apetito,
provoca llevarlo todo.
Otra visita obligada es al barrio
hindú o Little India. Un poco menos
organizado y limpio que el barrio chino, también te envuelve en una nube de
incienso, especies y productos diversos,
entre los que vale destacar los blusones y trajes hindúes, las tienditas de
fantasías y abalorios a precios de 3 X 10, excelentes para quienes gustan de
estas mercaderías. Una parada obligada
es al Centro Comercial o mercado Mustafá, enorme y donde compramos multitud de
especies envasadas que pretendemos aprender a usar. La visita a Little India podría considerarse
un parque de diversiones para el olfato.
Comimos en el Tandoori Restaurant, bastante bueno.
La cena de hoy será una
celebración especial, es por ello que nos trasladamos al GYU KAKU, es un
restaurant donde colocan el grill en tu mesa y el comensal va cocinando su
propia comida. No es el más solidario en materia de precios pero la
experiencia lo vale totalmente.
Por ahora, nos despedimos de Singapur.
Regresaremos, sin embargo, en algunos días.
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