sábado, 28 de abril de 2012

SINGAPUR


 EN LOS DOMINIOS DE MERLION.



El periplo que hoy comento es deliciosamente largo y sorprendente, por ello elevo mi mirada hacia Ganesh, dios de la sabiduría y la prudencia, a los 28 budas de la iluminación, a todos los ángeles de la inspiración y la palabra para que  me presten el vocablo oportuno, el verbo preciso, el adjetivo colorido y contundente que me permitan pintar  el retrato de mis experiencias.
En primer lugar, quiero expresar mi infinito agradecimiento a gente  muy, muy querida: agradecimiento por la cariñosa invitación, por la eficiente y delicada gerencia de todos los detalles: tiempos, paseos, logística.  Sin su conocimiento, orientación y  caluroso afecto seguramente habríamos estado perdidos, en más de un sentido.
Llegar a Singapur toma 3 días;  salimos de Caracas el 28 en la tarde y llegamos allá el 30, al finalizar el día.  Este país impacta desde el inicio por su modernidad y desarrollo, notorios desde el  aeropuerto mismo: espacioso, hermoso y eficiente.  Desde la última vez que visitamos Singapur hace 6 años,  ha crecido mucho.  Todo aquí habla de progreso, incluso los precios que son bastante altos.  Singapur reúne en sí lo mejor del misterioso oriente con lo práctico del occidente.
Las Líneas Aéreas asiáticas no ofrecen la opción “multi-city” que facilite hacer un recorrido continuado; puede armarse pero es extremadamente costoso.  Es por ello que tendremos que estar pingponeando  entre Singapur y las ciudades que pretendemos visitar.
Al día siguiente, recuperados del jet lag, disfrutamos de un maravilloso almuerzo preparado por nuestros gentiles anfitriones en el cual pudimos degustar algunas de los fresquísimos productos asiáticos; así como recomendé en crónicas pasadas el bok choi, ahora vengo prendada del Kai-lan, col verde china que se prepara salteando con ajo y jengibre. Pretendo intentar reproducir el plato con espinacas y con acelga, a ver con cuál de los dos me acerco.
Por la noche, fuimos a Clarke Quay una zona a la orilla del río Singapur llena de pequeños restaurantes, bares y discotecas donde puedes degustar  comida de cualquier país del mundo, tomar un trago, escuchar música y disfrutar del neón y la animación.  Muy simpático y recomendable sitio.
Al día siguiente, domingo,  visitamos el “Singapore Flyer”,  noria- mirador que está entre las más altas del mundo con 165 metros.  Desde aquí se obtienen las vistas más espectaculares del puerto y de la ciudad de Singapur, una maravilla para el amante de la fotografía.  Fue desde esta noria que logré  apreciar en su justa dimensión el “Marina Bay Sands”, famosísimo hotel de lujo que consta de 3 enormes torres coronadas por un barco-terraza llamado Sky Park, allí hay restaurantes, discotecas y observatorios.  Este hotel cuenta con la piscina infinita más grande del mundo que, obviamente puede ser apreciada desde el sky park, ahora bien, sinceramente, desde abajo, a mi  el barco-terraza me  pareció una banana gigante.
Más tarde, nos dirigimos al museo de Art-Science para ver la exposición del  Titanic que se estaba presentando.  La estructura de este museo es una magnífica obra de ingeniería.  Situada cerca del Singapore Flyer, al borde del muelle, la edificación tiene forma de flor de loto.  Su base es circular, allí se encuentran bellos jardines adornados con piscinas pobladas de coloridos lotos;  vale la pena destacar que esta edificación tiene un sistema para reciclar el agua de lluvia, con ella  riegan las plantas y mantienen la movilidad de las lagunas, de tal manera que  los lotos no despiden mal olor.  Cada pétalo de la flor es una galería, el más alto de todos es de 60 mts.   Para cerrar el día con broche de oro,  fuimos a cenar a un local de comida típica “No Sign Board”, donde degustamos el delicioso chili crab y otros ricos platillos de la gastronomía local.
A la mañana siguiente,  nos trasladamos al Barrio Chino; de todos los que conozco, este es el único Barrio Chino limpio y organizado; es además, el sitio ideal para las compras,  se consiguen aquí toda clase de souvenirs y, a veces, hasta ropita buena.  Los restaurantes son también aseados, plenos de comidas chinas muy ricas y de precios solidarios;  hago, sin embargo, una advertencia en el tema de gastronomía, viajar al Asia requiere de mente abierta y paladar curioso; a los comedores de hamburguesa y pan con queso probablemente no les vaya bien en este aspecto.  Pasamos ese día recorriendo centros comerciales y mercados, maravillándonos de los diversos productos  frescos y envasados que se consiguen.  Las secciones de comida japonesa en los automercados (tanto ingredientes como comida lista para llevar) son un espectáculo que despierta el apetito, provoca llevarlo todo.
Otra visita obligada es al barrio hindú o Little India.  Un poco menos organizado y limpio que el barrio chino, también te envuelve en una nube de incienso, especies y  productos diversos, entre los que vale destacar los blusones y trajes hindúes, las tienditas de fantasías y abalorios a precios de 3 X 10, excelentes para quienes gustan de estas mercaderías.  Una parada obligada es al Centro Comercial o mercado Mustafá, enorme y donde compramos multitud de especies envasadas que pretendemos aprender a usar.  La visita a Little India podría considerarse un parque de diversiones para el olfato.  Comimos en el Tandoori Restaurant, bastante bueno.
La cena de hoy será una celebración especial, es por ello que nos trasladamos al GYU KAKU, es un restaurant donde colocan el grill en tu mesa y el comensal va cocinando su propia comida.  No es el  más solidario en materia de precios pero la experiencia lo vale totalmente.

  Por ahora, nos despedimos de Singapur.  Regresaremos, sin embargo, en algunos días.  

No hay comentarios: