jueves, 13 de noviembre de 2008

UN CODICE DE MARGARITAS









UN CODICE DE MARGARITAS


En la fecha más esquiva de nuestro calendario (29de febrero) salimos rumbo a la ciudad de México. Llegamos cerca de la medianoche con tiempo apenas para alojarnos en el hotel Royal Zona Rosa. Excelente ubicación. Temprano, a la mañana siguiente, salimos a visitar la ciudad.
Nuestra primera parada fue en la Plaza de la Constitución, a la cual popularmente se le conoce como "el Zócalo". Es la cuarta plaza más grande del mundo, sólo superada por la Plaza Tiananmen de Beijing, la Macroplaza de Monterrey y la Plaza Roja de Moscú; el Zócalo de la Ciudad de México se considera el centro de la identidad nacional mexicana. Está localizada en el corazón del Centro Histórico. Esta ubicación fue escogida por los conquistadores porque es la misma que tuvo el centro político y religioso de Tenochtitlan, capital del imperio azteca. El Zócalo está rodeado por la Catedral; el Palacio Nacional, sede del Poder Ejecutivo Federal y el edificio de Gobierno del Distrito Federal, sede del Poder Ejecutivo local. En el Palacio Nacional pudimos apreciar uno de los murales más impactantes de Diego Rivera, en este y en los muchos otros que encontraremos en nuestros recorridos de autores como José Clemente Orozco, Sequeiros, Montenegro, podemos darnos cuenta de que la historia, las leyendas y las costumbres de este país pueden leerse en sus murales. Lo que para nosotros representaron los libros de Guillermo Morón o del Hermano Nectario Maria (según la edad), para los Mexicanos es un inmenso muro de rostros, formas y colores explosivos. Por eso, tal vez, los mexicanos llevan su historia en los ojos y también en el corazón.
Luego, fuimos a visitar el Museo de Antropología que es un asombro continuo; aunque aquí tuvimos el primer encontronazo con nuestro guía, por su arrogancia y su manía de hablarnos silabeado como si fuéramos niños de mollera dura, pero que quede claro, fuimos huesos duros de roer y, al final, tuvo que bajar el copete. Nada de eso, sin embargo, opacó nuestro encuentro con lo avanzado de las culturas azteca y maya, sus conocimientos astronómicos, su magnifica organización socio cultural no dejan de ser una revelación. En el fondo, uno, proveniente de indios caribeños, zafios y cruentos, se siente, ante la magnitud del conocimiento de estas sociedades precolombinas, como la “guate e´perro” de América.
En este museo reposa la piedra original de “El calendario solar azteca” o Piedra del Sol, que es la representación gráfica de un ciclo de 52 años que se divide en cuatro trecenas, cada uno diferenciado de los otros mediante la asignación cíclica de uno de los jeroglíficos Técpatl (pedernal), Calli (casa), Tochtli (conejo) o Ácatl (carrizo) y uno de los dígitos del 1 al 13 (representados con puntos).
Cada año azteca o Xíhuitl consta de 18 meses, de 20 días cada uno, y un mes con sólo cinco días y seis horas (Nemontemi) llamados Cempohuallis. Es muy similar al Calendario Maya, no obstante, este último tiene carácter profético en sus tunes y katunes.
.Más tarde visitamos el bosque de Chapultepec, donde mora el chapulín colorado (una especie de tarita roja) aquí probamos las frutas frescas que venden ya picadas y aliñadas con SAL Y CHILE. Al final de tan agobiante caminata, comimos en La Fonda del Refugio: topopos con guacamole, quesadillas, zopes con guindilla, enchiladas verdes y fajitas de pollo (teníamos muuucha hambre) y, por supuesto MARGARITAS… a granel.
Esa noche fuimos al show de un establecimiento, ubicado en la Zona Rosa, llamado FOCOLARE. Estos locales privados han venido a llenar el vacío que la inseguridad y el descuido de la Plaza Garibaldi han provocado no sólo en los turistas sino también en los propios citadinos. De cualquier manera, el show de mariachis es excelente, se pasa muy bien y aunque no comimos, no nos pareció que la cocina fuera especialmente destacable.
Al día siguiente, 02 de marzo, salimos rumbo a Querétaro y San Miguel Allende. Estas dos ciudades, declaradas Patrimonio Histórico de la humanidad son preciosas; de calles empedradas, parece como si la colonia española se hubiese quedado agazapada en estos rincones. La cultura original asentada en estas zonas es la puerépecha, maravillosos en el arte de las cerámicas coloreadas, que se conocen como cerámicas de Talavera. En San Miguel Allende, visitamos también la estatua construida en honor a Don Pedro Vargas, en la esquina de la que fue su casa natal, la cual es simplemente una casa de habitación (no museo ni nada por el estilo) aparentemente por problemas de sucesión.
La Catedral de San Miguel Allende está dedicada al Arcángel San Miguel y, en ella está la imagen más bella que yo haya visto de este ángel. Las calles del casco histórico son también empedradas y la ciudad, en general, está llena de eventos musicales y culturales. Aquí, en su plaza central, degustamos los fabulosos esquites (maíz desgranado con limón, mayonesa y chile (¡cuando no!). Claro, uno puede pedirlos sin chile (cosa que hicimos) y aguantarse la mirada de desprecio del vendedor.



Nos alojamos en el hotel Misión de los Ángeles, una instalación bellísima, maravillosamente decorada, en la que cada rincón nos trasladaba al México colonial. El hotel estaba casi vacío (de huéspedes y de personal) por lo que tomamos el restaurante por asalto.
El 3 de marzo salimos con rumbo hacia Dolores Hidalgo, ciudad cuna de la independencia Mexicana (donde el Padre Hidalgo y Costilla dio el Grito de Dolores que es una vaina así como nuestro 19 de abril). Dolores Hidalgo pertenece al Estado de Guanajuato. Es pueblo de artesanos y otro de los grandes estados fabricantes de la cerámica de Talavera. Desde aquí, partimos a la ciudad de Guanajuato, capital del Estado homónimo y también declarada Patrimonio Histórico de la Humanidad. Camino de Guanajuato, divisamos el Cerro del Cubilete, en cuya cima se encuentra el Cristo de Guanajuato. Supuestamente, estas agrestes montañas inspiraron a José Alfredo Jiménez para escribir la canción “El Jinete” y, observando el árido paisaje, se percibe a lo lejos, sobre las resecas colinas, ese jinete solitario, jinete de muerte y llanto.
Nuestra primera visita al llegar a Guanajuato es para el monumento del Pípila; su verdadero nombre era Juan José de los Reyes Amaro y había nacido en 1782. Se unió al movimiento libertador del padre Hidalgo en 1810. En septiembre de ese mismo año, los ejércitos realistas se habían atrincherado en la alhóndiga de Granaditas (un inmenso castillo-granero con muros de piedra) entonces, viendo la imposibilidad de penetrar en él, el Pípila se colocó como escudo una gigantesca losa de piedra y, con una antorcha en la mano, llegó hasta la puerta y le prendió fuego, permitiendo el ingreso de los insurgentes y la derrota de los colonialistas. Finalizada la guerra, el Pípila regresó a San Miguel Allende, donde había nacido y continuó trabajando en las minas hasta su muerte en 1863.
Almorzamos en Casa Valadez, frente al maravilloso edificio del Teatro Juárez. La Basílica de Guanajuato está dedicada a la Virgen del Carmen, donde su imagen está trajeada de azul y no de marrón como es lo corriente. Visitamos también “el Callejón del Beso”, una callejuela empedrada cuyas casas están tan cercanas, que sus balcones casi se tocan. Este callejón cuenta con la leyenda de unos amores contrariados; en esta leyenda el padre mata a su hija, apuñalándola en la espalda por encontrarla besándose con su amado. Desde entonces, las parejas acuden a ese tercer escalón a sellar con un beso su amor eterno.
En la ciudad de Guanajuato se ha construido un sistema de túneles y calles subterráneas que, aunque originalmente fueron diseñados para canalizar las aguas, hoy día se utilizan como canales de circulación regular, permitiendo mayor fluidez en el tránsito de superficie. Una obra de ingeniería asombrosa.
También aquí, en Guanajuato, está el convento de San Agustín, donde se creó la piñata. Originalmente fue una estrategia para inculcar a los niños indígenas la religión. Las piñatas eran unas esferas coloridas con 7 picos que representan los 7 pecados capitales y, al caerles a palo, se estaban destruyendo esos pecados para obtener dulces como recompensa. Se hicieron populares especialmente en las POSADAS, durante las cuales se representaba el nacimiento del niño dios y se rompía la piñata al compás del canto:”Dale, Dale, no pierdas el tino. Si pierdes el tino, pierdes el camino. No quiero oro ni plata, yo lo que quiero es romper la piñata”
Ese mismo día salimos hacia San Luís Potosí, una de las regiones más importantes en la actividad minera de la plata. El itinerario nos llevó rápidamente a Zacatecas, donde nos alojamos en el Hotel Emporio, de estupenda ubicación, instalación y atención. Esta ciudad tiene un gran peso en la historia de la Revolución Mexicana en contra de Porfirio Díaz, ocurrió aquí en 1914 una de las batallas más importantes, conocida como La Toma de Zacatecas. En esta batalla, Pancho Villa --asistido por Felipe Ángeles y Pánfilo Natera y sus dorados, tomaron control de la ciudad de Zacatecas, asegurando el financiamiento de la revolución. En honor a Pancho Villa, se le construyó una estatua en el Cerro de la Bufa.
Una de las primeras cosas que llama la atención en Zacatecas es el color de su cielo; no el celeste pálido que acostumbran a pintar los niños; no, es de un azul sólido, azul Windows, sin una nube, limpio y muy frío. Esa misma noche salimos a pasear y terminamos en una cantina, “La Cantina del Refugio”, al más puro estilo charro. El sitio está en la casa que fue de Páfilo Natera, uno de los brazos armados de Pancho Villa, y conserva todo el gusto y la decoración del pasado. Cuentan que en esta misma casa un soldado revolucionario se abrió paso para exigir a los generales que respetaran su familia y fue acribillado allí, ahora, su fantasma vaga por la cantina y, de cuando en cuando, se asoma a las fotos de los turistas; nosotros no tuvimos esa suerte (ya revisamos).
Entre las muchas curiosidades que guarda esta casa-cantina está también la foto de dos populares borrachas (la guayaba y la tostada) nombres que asumimos inmediatamente. Otra de las curiosidades de este local es que, los baños están primorosamente decorados con frases divertidas al estilo graffitis; una de ellas, que pienso adoptar como lema: Hacer caso a pendejos es engrandecerlos.
A la mañana siguiente fuimos al Cerro La Bufa, una enorme piedra guardiana de Zacatecas; se encuentra allí el monumento a Pancho Villa, el centauro del norte; nacido como Pedro Arango en el Estado de Durango, mata al violador de su hermana Martina y, en consecuencia, tiene que esconderse en las montañas haciéndose guerrillero. En 1910 se une al ejército de Madero y encabeza la toma de Zacatecas. También subimos en teleférico para obtener una vista panorámica de toda la ciudad.
Zacatecas es tierra de bravos; Otro personaje al que se le rinde homenaje en esta zona es Ángela Ramos, conocida como Juana Gallo, quien se unió a Pánfilo Natera en la toma de Zacatecas y quien, según sus propias declaraciones: “se chamuscó hartos pelones”


Al final de la tarde, visitamos la mina de plata El Edén. La mina tiene su fantasma propio; en este caso se trata de Roque, un avaro minero que escondió una piedra de alta ley para robarla y fue atrapado por un derrumbe. Se dice que aún ronda por los socavones buscando su piedra pero debe ser tan inefectivo fantasma como ladrón porque en una sección de esta mina funciona una discoteca, “el Socavón del Grillo”, y nadie ha salido espantando.
Esta noche tenemos pautado celebrar el cumpleaños de Oneyda en la “Cantina del Refugio”; en esta zona es casi imposible conseguir un mariachi, ya que lo que se escucha es la música norteña, sin embargo contratamos un trío (deben llamarse los tirapiedra) malísimo. Nos divertimos tanto riéndonos de los muchachos que ni siquiera se sabían la letra de las canciones y, además, fue tan obvio que nos estábamos burlando, que casi al final, lograron juntar la letra de dos canciones seguidas y salvar su orgullo.
Al día siguiente, 6 de marzo salimos hacia Guadalajara vía Aguas Calientes. El plan es almorzar en Tlaquepaque y continuar hasta la ciudad. En Tlaquepaque está el “parián”, que es un mercado artesanal muy completo e interesante. Tanto Tlaquepaque como Guadalajara pertenecen al estado de Jalisco, considerado el sitio donde se originó el mariachi. La Cultura francesa tuvo en esta zona gran importancia y los franceses de dinero invitaban músicos locales para las fiestas de “MARRIAGE”, o sea matrimonio; de allí surge la palabra Mariachi.
Nos alojamos en el Hotel de Mendoza, el peor de todo el tour; literalmente dormimos en la cama de piedra y de piedra la cabecera. El paseo por Guadalajara fue extenuante. Aunque es una ciudad grande y muy bella no pude disfrutarla completamente. Además, en la noche teníamos una cena en el local más popular del sitio llamado “El Bariachi” que, aunque con buen show, tampoco nos fue posible permanecer hasta el final.
El 7 salimos para Morelia, pasando por Tzintzuntzan y Patzcuaro. En Tzintzuntzan (que significa “lugar de colibríes”) tuvimos la oportunidad de ver el cristo hecho de caña de maíz que está demostrado que crece y es, supuestamente, muy milagroso.

Luego en Patzcuaro fuimos a la Iglesia de María de la Salud. Tiene un manto azul bajo el que te cobijas y pides por la salud con la oración:”Virgen Santísima, María, Madre de Dios, Salud de los enfermos, concédeme tu protección. Cúbreme con tu manto, ampárame, defiéndeme, socórreme, sáname y sálvame, amén. Virgen Madre de Dios, Rogad a Jesús por mi.”
Morelia es una ciudad grande y moderna donde se conjugan un centro histórico colonial muy bien conservado, y una ciudad moderna y pujante. El centro de Morelia está presidido por una fuente llamada “Las Tarascas”, escultura que representa a 3 indias con los torsos desnudos, portando una cesta de frutas. Esa misma noche regresamos a México D.F.
En la mañana fuimos a la plaza de “Las Tres Culturas”. Ubicada en el “tiangis de Tlatelolco”, es decir, el mercado más importante de los aztecas; hoy presenta un monumento en el cual la figura de la izquierda es un indio, la de la derecha un español y la central y más grande, el mestizaje que hoy es toda América. Desde allí partimos hacia Teotihuacan, la ciudad de los dioses, para conocer las Pirámides del Sol, de la Luna, la ciudadela con el Templo del dios Quetzacoatl (serpiente emplumada) Camino a las pirámides, pudimos ver los “cholesquincle”, perros sin pelos que comían los Aztecas y que hoy están en peligro de extinción (medio feítos, los bichos).
Las pirámides transmiten una energía palpable. Es sorprendente ver aquellos enormes monumentos e imaginar cómo pudieron ser construidas. Una experiencia única (aunque uno sólo suba 5 escalones).
De allí partimos a la Basílica de Guadalupe, maravillosa obra de arquitectura moderna. A través de unos pasillos rodantes (como los de los aeropuertos) se tiene la oportunidad de ver la Tilma original de Juan Diego, donde apareció la imagen en el cerro Tepeyac. La devoción y el fervor del pueblo mexicano hacia su Lupita es contagiosa, tal vez esto se deba a sus múltiples similitudes con Tonancín, la madre de los dioses según los aztecas, que fue identificada en el códice de 4 pétalos y, claro, también a lo milagrosa que es. Luego pasamos una tarde deliciosa navegando en las barquitas de Xochimilco, serenateados por Mariachis.
El lunes 10 fuimos a Taxco y Cuernavaca y nos volvimos locos comprando objetos de plata.
Fuimos, por nuestra cuenta también, y de día, a visitar la Plaza Garibaldi y el Teatro Blanquita. Este Teatro era, en el principio, una explanada donde acostumbraban a presentarse artistas cómicos con sombrero (para recibir las propinas del público callejero). Luego fue una carpa y, finalmente, construyeron la edificación. De la explanada de Blanquita salieron grandes nombres como Tintán, Resortes y hasta el mismo Cantinflas.
Nuestras actividades de los últimos dos días se resumieron a conocer y comer en el Café Tacuba (preciosa decoración) y en el Restaurante Los Girasoles, También bellísimo y de excelente comida. Ambos ampliamente recomendables.
Llega el momento de regresar a casa, hasta el próximo periplo.

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